Después de haber desarrollado brevemente las virtudes en general me detengo en la virtud llamada por Santo Tomás "virtud especial": La prudencia.Para tratar de dilucidar la significación de esta virtud recurrimos a varias
fuentes con la pregunta: ¿Qué es la Prudencia?
La prudencia es una virtud de la razón, no especulativa, sino práctica: la cual es un juicio, pero ordenado a una acción concreta. Así, por ejemplo será tarea de la prudencia saber juzgar si en un determinado caso, considerada determinada circunstancia, nos podemos comportar de un modo que, normalmente no seria el adecuado. Será más prudente aquel que, valorando y confrontando las diversas circunstancias con la
ley perenne de la
moralidad, sabrá llegar mejor al centro focal de una decisión conforme a la misma ley. Acostumbramos a escribir esta situación psicológica con expresiones así: en esa circunstancia, después de haber reflexionado y haberme aconsejado, sentí en
conciencia que tenia que obrar así.
Honor a los prudentes, poseedores de una cualidad que los distingue entre todos los otros seres del
universo, les hace diferentes e insignes. La prudencia no mancha las manos de púrpura, ni se precipita en el abismo de los
riesgos innecesarios, no actúa sin razones ni razona sin
lógica, no procede sin causa, ni propone sin previsión. Medita sus
empresas bajo todos los aspectos y estudia sus horizontes desde todos los ángulos. Pocas son las veces que yerra el prudente, y cuando yerra, su equivocación no le es generalmente imputable. Hace que fermenten las otras esencias del
comportamiento, le da cauce al
valor, cielo despejado a la sabiduría, le pone alas a la esperanza, cimientos a la fidelidad, camino
seguro a la constancia, hogar duradero a la alegría. Está aliada con el azar de modo permanente, y
la muerte y ella se tratan con grave
respeto. Los antiguos y sagrados
libros veneran a
la mujer prudente y al prudente varón, los ponen como ejemplos a seguir y encomiendan este habito sobre otros muchos. Si te vuelves prudente (no calculador), si te orientas por la prudencia (no por la frialdad del animo), si sabes en todo momento distinguir la medida prudencial (no el astuto beneficio), mucho tendrás ganado en todos los ordenes de la vida y de la convivencia, pues desde la Ley hasta la costumbre consideran la prudencia guía segura de los actos. Aunque pasa con ella, como con tantas otras que es primeramente buena para quien la posee, y solo de forma delgada y vicaria con los otros que a su lado se encuentren a los que a veces llega nada más el fleco escasamente abrigador de sus deshilachados perfiles. Y nos libren los dioses de un perverso prudente.
La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. "El hombre cauto medito sus pasos", "sed sensatos y sobrios para daros a la oración". La prudencia es la "regla recta de la acción", escribe Santo Tomás, siguiendo a
Aristóteles. No se confunde ni con la timidez ni con el temor, ni con la doblez ni con la disimulación. Es llamada "auriga virtutum": Conduce las otras virtudes indicándole regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su
conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los
principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.
Según San Agustín la prudencia es: Cognitio rerum appetendarum, et fugiendarum. Su objeto formal no es asignar su fin a las virtudes morales, sino lo que conduce para el, esto es; como y porque medios tocara el hombre el de la razón. Y así el objeto formal de la prudencia es aquella
honestidad peculiar que se halla en dictar, que es lo que se halla de practicar, atendidas todas las circunstancias ocurrentes, para que hic et nunc, sea recta la operación. Su objeto material trasciende por la materia de todas las virtudes, pues a todas las encamina la prudencia, para que consigan su fin y toque el medium rationis.
De esta manera descubrimos que la prudencia es la virtud que permite abrir la puerta para la realización de las otras virtudes y las encamina hacia el fin del hombre, "la felicidad"; entonces vemos su relación con la aquella otra virtud esencial: "La caridad", y podemos decir que estas dos virtudes son los nexos necesarios para todas las otras.